viernes, 31 de enero de 2014

La Vuelta al Mundo En 80 Días (VERNE).


http://www.elresumen.com/libros/la_vuelta_al_mundo_en_80_dias.htm



Sergio Dalma (El tiempo va)


El feminismo

Desde que comenzó ha escribirse la historia el dominio del hombre frente a la mujer ha sido patente y así se refleja en algunas religiones monoteístas.
Todo ello induce a que las mujeres se encuentran en desventaja en la mayoría de las sociedades tradicionales.
Su educación en estas sociedades se limitaban a aprender habilidades domesticas.
En la sociedad romana la mujer y el hombre eran considerados uno ya que la mujer era una posesión del marido y por lo tanto no tenia control sobre ella ni podía tener control legal sobre su persona, sus tierras, o hijos, pero en Babilonia y Egipto las mujeres tuvieron derecho a la propiedad.
Algunas mujeres de la edad media las mujeres fueron mas subordinadas, pero algunas consiguieron formar parte de algún gremio.


La historia del cine

Los pasos que ha dado el cine a lo largo de más de un siglo de existencia confirman un trayecto histórico plagado de realidades que, en forma de películas, han consolidado una estructura creativa e industrial que ha permitido superar los problemas que han surgido al cabo de los años. En su evolución el cine ha consolidado un lenguaje, ha definido trayectos artísticos, modelos empresariales que han favorecido el surgimiento de carreras artísticas de todo tipo, construidas sobre modelos y representaciones que, en muchos casos, han trascendido su propio ámbito cinematográfico. En el camino, el cine se vio marcado por todo tipo de vanguardias artísticas, movimientos culturales, circunstancias políticas y conflictos bélicos.



Patriacado, evolución

Las definiciones acerca del patriarcado son innumerables; pero básicamente es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la autoridad y el liderazgo de unos pocos varones sobre el resto. En este sistema, según Dolors Reguant, se da el predominio de los hombres sobre la naturaleza, del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre y los hijos, y de la línea descendente paterna sobre la materna.
Desde la Antropología Cultural pensamos en los patriarcados, en plural, porque son construcciones simbólicas y políticas que varían cultural e históricamente. Además de variar según las zonas geopolíticas y las épocas, el patriarcado es un sistema social que ha oprimido a los hombres también, porque se los ha educado tradicionalmente para ser personas dependientes de las mujeres, para mutilar sus emociones o al menos aprender a no exteriorizarlas, porque se les ha obligado en muchas ocasiones a matar y morir por intereses ajenos sólo por pertenecer al género masculino, porque ha discriminado a todos aquellos hombres que no cumplían con los roles y estereotipos del macho viril, violento y poderoso.
Para Pierre Bourdieu (1998), las estructuras de dominación patriarcal son el producto histórico de un trabajo continuado de reproducción al que contribuyen “unos agentes singulares (entre los que están los hombres, con unas armas como la violencia física y la violencia simbólica) y unas instituciones: familia, Iglesia, Escuela, Estado”.
La ideología patriarcal se adapta, según Kate Millet, a todos los sistemas políticos y económicos: al feudalismo, al absolutismo, al comunismo, al capitalismo, a las democracias… pero aunque es compartida por muchas culturas humanas, existen sociedades igualitarias donde no se da la división del grupo en dos por razones de género. Es precisamente la existencia de este puñado de culturas no patriarcales lo que nos muestra que la subordinación de la mujer al hombre no es natural ni tampoco constituye un imperativo (bio)lógico.
De este intento por dividir el mundo en dos esferas de realidad para rechazar la mitad incomprensible, oscura y cruel, es probable que derive el trauma occidental, y el dolor existencial de la modernidad. Nuestro mundo divide un proceso natural (construcción/destrucción, vida/muerte, pasado/futuro, orden/caos, masculino/femenino) en dos grupos opuestos entre sí, al contrario que la cultura y las religiones orientales, que siempre consideraron las dos caras de la moneda como un proceso integral, holístico. Oriente no lucha contra sí mismo y acepta la dualidad del mundo en un todo.
Nosotros hemos perdido el todo, tenemos una enorme escisión entre razón y emociones bastante absurda (porque ahora hemos descubierto que las decisiones y los sentimientos se crean en la misma parte del cerebro y su proceso está indisolublemente unido), y nos sentimos mitades relacionándose torpemente entre sí. De alguna manera, la pérdida del sentido, el fin de las certidumbres, las contradicciones de nuestra época actual generan aún más miedo y más necesidad de generar identidades fuertes contraponiéndolas a otras más débiles.
Creo que el patriarcado se funda en un miedo ancestral hacia lo desconocido, que ha querido ser apartado, rechazado, sometido. Es una especie de reflejo de la impotencia y el sentimiento de inferioridad masculino con respecto al poder femenino, de ahí todo el sadismo ejercido sobre la feminidad.
Moore y Gillette (1993) creen que el patriarcado es la expresión de la masculinidad inmadura e insegura, porque la verdadera masculinidad no es prepotente. “Nosotros vemos el patriarcado como un ataque a la masculinidad plena, así como a la feminidad plena. Aquellos que se encuentran atrapados en las estructuras y en la dinámica del patriarcado buscan dominar no sólo a las mujeres sino también a los demás hombres. El patriarcado se basa en el temor, en el miedo que sienten los hombres ante las mujeres, el miedo del adolescente y el del varón inmaduro a las mujeres y a los hombres de verdad”.
La parte luminosa de la cultura occidental no asimila lo otro o la muerte como parte de una misma realidad, de ahí quizás ese miedo profundo a lo que no quiere ser asimilado, a todo lo incognoscible o lo incomprensible. De ahí la traumática separación del varón adulto de su madre y del mundo de las mujeres; esta salida brusca del útero-paraíso le lleva a pasarse toda la vida definiéndose en contra de ellas, tratando de alejarse de la dimensión femenina de la vida para que su poder no lo devore. Anhela tanto como huye de la regresión al vientre materno, lugar donde estamos seguros y con las necesidades siempre satisfechas.
Si aplicamos esta teoría al mundo en guerra que habitamos, es fácil entender que la batalla de sexos tiene su correlato en la guerra que el hombre blanco mantiene contra otros “otros” (los otros musulmanes, los otros negros, los otros comunistas…) Otros hombres que hablan otras lenguas, adoran a otros dioses, tienen otras costumbres y otras leyes que no son las occidentales. Otros seres humanos a los que hay que convencer de que nuestro sistema político y económico es el racional, el normal, el más conveniente.
En ese acto de convencer se libran las luchas por el poder; no sólo en el ámbito político y social, sino también en el cultural. Por eso, aunque las leyes cambien a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, el patriarcado, ese miedo ancestral a lo diferente, sigue habitando no solo en el interior de los dominadores, sino también de las dominadas, y es el campo en el que se libra la última batalla del feminismo occidental. La lucha, creo, consiste en lograr que la diferencia no sea un factor de discriminación, en vencer el miedo a través de la cultura, en construir un mundo más justo e igualitario, sin diferencias de género, clase social, color de la piel…. Creo que es importante, en este sentido, trabajar por derribar las jerarquías, por construir relaciones igualitarias y ofrecer modelos de mujeres diversos, alejados del binomio buenas/malas.
Mujeres y hombres tenemos que trabajar codo con codo para crear nuevas representaciones simbólicas que dejen de mostrar a la mujer haciendo su vida en torno a un hombre y sosteniendo un rol pasivo o sumiso, como es el caso de la Virgen María. Sólo alejándonos de los estereotipos femeninos creados por el patriarcado y empoderando a las mujeres lograremos el fin de la dominación masculina dentro y fuera de nuestros cuerpos y mentes.
Para ello creo que es importante visibilizar la lucha feminista de los hombres igualitarios, hoy más que nunca. Creo que, progresivamente, los hombres van aprendiendo a compartir el poder de manera igualitaria, y que cada vez tienen menos miedo a verse empequeñecidos o acorralados por la toma de poder femenino. Aunque este empoderamiento está generando muchas resistencias por parte de hombres y mujeres machistas, creo que esta lucha por la igualdad es imparable. Lenta, pero siempre uniendo energías, creando espacios, celebrando, como esta semana, el día de las mujeres y su batalla por la igualdad.

La corrupción en México

La corrupción se ha dado desde tiempos remotos, desde la colonización española para ser exactos, en dónde los pobladores de las tierras americanas ofrecían oro y riqueza a los españoles, a cambio de protección o de inmunidad. A pesar de que ellos no sabían el tipo de acto que estaban haciendo, la corrupción se daba.
De ahí se fueron dando más y más actos de corrupción, y como en el caso anterior no sabían el nombre del acto, hasta mucho después cuando fue acuñado este termino, pero para eso paso mucho tiempo, pero los actos siguieron a través de la historia dándose, hasta llegar a nuestros días, en donde está por demás sabido qué es la corrupción, quedando impunes estos actos debido a nosotros mismos.
Esta tendencia se presenta y existe en todo tipo de organizaciones, en dónde los prestadores de servicios se aprovechan de las facultades que tienen para sacar provecho de tipo económico a todo tipo de personas susceptibles a sus circunstancias y situaciones.
Sin embargo mucho se ha intentado hacer para combatir este mal que desquebraja la sociedad de una manera voraz, dando resultados poco notorio

¿Puede existir un cambio?.


Seguridad social en Japón

Como ya he comentado alguna vez, en Japón no hay seguridad social como en España. Aquí se paga cada vez que se va al médico, no obstante, hay un seguro llamado “Seguro nacional de salud” que los extranjeros pueden conseguir al inscribirse como residentes en Japón.
Dentro del “Seguro nacional de salud” básicamente existen dos clases de seguros:
- De empresa: Este es el seguro que se obtiene al ser trabajador de alguna empresa, y con el se paga solo el 20% cada vez que se va al medico o el 30% para el caso de los familiares del trabajador.
- Particular: Es el tipo de “Seguro de salud nacional” que se tiene cuando eres estudiante o no eres trabajador. Con este seguro se paga el 30% de los gastos médicos.
También hay algunas enfermedades especiales o medicamentos que no entran en esta clase de seguros, por lo que se tendría que pagar el 100% de su precio y en algunas ciudades, los menores de 7 años tienen los gastos médicos gratuitos.